domingo, 19 de agosto de 2007

Capitulo 4: La vida sigue en Tanzania

Tanzania no deja nunca de sorprenderme. Día que pasa, día que descubro nuevas facetas de su vida y su gente. Ya hace días que conduzco el Land Rover de la organización por esta ciudad de locos. Aquí las normas, si existen es para saltárselas. Pensaba que conducir con el volante y el cambio de marchas en el lado contrario y circulando por la izquierda iba a ser complicado. Bueno, pues eso ha sido lo mas fácil de todo. Las dificultades son otras: sortear a los incontables ciclistas, no chocar con los daladalas o taxistas (razas sin ley), no dejar los bajos del coche en el primer agujero los miles que uno encuentra en cada calle y sobretodo, llegar a entender pq el Gobierno gasta dinero en semáforos cuando aquí no sirven absolutamente para nada. Y si ya es difícil llegar vivo a destino durante el día, por la noche ya ni os cuento. Aquí las largas se llevan encendidas en todo momento, no sea que el coche que te viene de cara no te vea... Eso si que es cierto, sin ellas, ya me habría cargado a mas de un ciclista. La verdad es que en seguida sabemos si el conductor de cualquiera de los coches de la ciudad es un hombre blanco. Si ese es el caso, te encuentras en medio de una cola enorme en cualquier cruce. Al maldito mzungu (hombre blanco) se le ha ocurrido la brillante idea de parar para mirar que no venga nadie! Con lo fácil que resulta no parar y que paren los otros! La verdad es que al final, incluso resulta divertido. Eso si, no garantizo que vuelva a conducir correctamente cuando vuelva a España.

Otra de las historias de las últimas semanas, una perla, si señor: Normalmente los fines de semana solemos ir a la playa. Dar es Salaam es una ciudad con mar, pero aquí los blancos no podemos ir a cualquier playa. Se nos aconseja no ir a las playas locales, ya que en ellas podemos encontrarnos incluso sin el bañador... Así pues nos vemos obligados a ir a las maravillosas playas del norte o del sud de la ciudad, nada que envidiar a las playas de Zanzibar. Para llegar a una de esas playas, llegamos en coche hasta un hotel-resort de lujo y de allí tenemos que coger una lancha que en 15 minutos nos lleva a una islita en la que uno se pierde buscando caracoles y conchas en su arena blanca. Pues bien, el pasado domingo fuimos a la playa. Todo iba sobre lo planificado. Eran las 4 de la tarde cuando conseguimos subir a la lancha que nos tenía que llevar de vuelta al hotel y en medio del océano nos quedamos sin gasolina... El conductor de la lancha era un chiquito tanzano que ni tenia móvil ni sabía ningún teléfono al que pudiéramos llamar. Estaba la mar de tranquilo diciéndonos que ya nos vendría a buscar alguien... Yo la verdad es que intente mantener la calma; el chiquito estaba tan tranquilo que nos hizo pensar que no era la primera vez que eso le pasaba. Pero el problema es que compartíamos la lancha con dos ingleses medio borrachos y un indio que se había llevado la putilla a tomar el sol en la isla. El indio no dejaba de pegar voces y ponernos a todos histéricos, los ingleses con la risa tonta y el resto con un mareo de aquí te espero. Total, que gracias a la putilla nos vinieron a rescatar (al cabo de más de media hora sin ver nada en el horizonte). La chica tenía una compañera que se había quedado en la playa del hotel (esperando algún cliente, supongo) y esta última pudo avisar al managment del hotel que había una lancha llena de mzungus esperando a que los rescataran... Toda una historia que parece ser que pasa habitualmente.

Hoy he comido con una chica tanzana (la de la foto). Hemos ido por la mañana al mercado de pescado y por poco mas de 12 euros he comprado un pedazo de pescado (King Fish) que me va a durar hasta que vuelva a España (como mínimo he sacado 15 lonchas), un kilo de tomates, zanahorias, coco y una especie de cebolla local. Al llegar a casa Shamimu me ha ensenado a cocinar el pescado con salsa de coco. Una exquisitez...

Bueno, nada mas por ahora. Besitos a todos.